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Sexo de despedida


La cita se llevó a cabo; aquella a la que sensatos aceptamos acudir para “quedar bien” -en santa paz, “como buenos amigos”. Todo indicio de sentimientos quedó atrás, no habría más después del último sinsabor que dejó en evidencia una vez más nuestra incompatibilidad como pareja.

Luego de unos tragos y contarnos las noticias que habían ocurrido en los días después de mandarnos al diablo por última vez, así como anécdotas y recuerdos, decidí que era momento de irme a casa argumentando una excusa poco verosímil, pero tenía que marcharme. Así, salimos del bar y no pasaría nada si volvíamos a caminar juntos del brazo hacia ambos taxis directo a nuestros destinos. Así, en plural, pues ya no habría un: “¿tu departamento o el mío?”.

Pero en el camino, me detuve y propuse: “Solo déjame darte un beso de despedida por todos esos momentos juntos”. A una cuadra de llegar al objetivo final, nos abrazamos y besamos a la vez que mi pecho comenzaba una conversación muy candente con el suyo con vistas a desear desvestirlo sin importar cuántos transeúntes pasaran en nuestro perímetro de indiscreta acción.

“¿Quieres tomar la última en mi casa?” –pregunté. Su olor, sus labios, el contacto delicado aunque intenso por la calidad del momento me hicieron llevarla a mi departamento con razones predecibles.

Hubo sexo delicioso, excitante, ese que erosiona las pieles de una manera tan particular, como si fuera el último trago que debía degustarse hasta la gota final porque ya no queda nada en la botella. Mientras, ‘Let Me Go’ de Maverick Sabre sonaba en la habitación sin importarnos nada más que ese instante; ese sexo que resulta conmemorativo, ya que lejos de ser un lamento exquisito porque “sería la última vez”, se convierte en celebración, pues sabemos que si en algo fuimos buenos juntos era follando, en una situación como esta, somos mejores… Me faltó agregar el pequeño detalle de que fue el segundo acostón de otro adiós.

En serio, ¿existe el sexo de despedida? De lo que sí estoy seguro es de que, mínimo, lo intento… ¿O será que hago el tonto y sólo lo categorizo para convencerme de que un noviazgo desastroso mínimo debe tener un final feliz? Ah, porque seremos tan intensos, pasionales y nuestras relaciones, hasta su finiquito, tienen que ser así; que vayan con nuestra personalidad. ¡A tope con las emociones! ¿No es así?

Sin embargo, podría tener mucho que ver con lo inseguros que estamos de acabar una relación que a todas luces es una masa de errores; quizá sólo sea esa aparente madurez la que nos lanza a su cama (o a la tuya) nuevamente para ‘terminar bien’, creernos fuertes y de mentes abiertas. Aunque también sea ese afán de demostrar que “esto no puede acabar así como así”, pues hay algo poderoso que puede ser parte de una reconciliación y “reconsiderar lo que hay entre tú y yo”, sin pensar que, por más que le busques, eso ya no tiene remedio. Porque, ¿estás de acuerdo en que varias despedidas son muestras fehacientes de que nunca ha funcionado ni funcionará?

Científicamente, el sexo ata, nos acerca mental y corporalmente; es como ese adhesivo que, aunque estemos lejos del otro, si el sexo ocurrió en situaciones adversas como en este caso una ruptura, une otra vez inevitablemente y nos sumerge en los deliciosos fluidos y aromas impregnados en el cuerpo desde ese culminante instante sexual, pero además en confusiones que nos ponen en aprietos para empezar de cero solos o en otra relación. Vamos, un problema sin fin y todo porque quisimos darle un buen fin.

Así que, en la medida en que sigamos despidiéndonos con intercambio de pieles, abrazos y besos “interminables cuando terminamos”, no podremos más que engancharnos una y otra vez con sexo ‘sin querer’ con el políticamente aceptable pretexto de comenzar limpios y sin culpas cada quien por nuestra cuenta. Yo digo que no hay finales felices en una relación fallida con todo y que el término haya sido en acuerdo de ambas partes… Pero es que ¿quién se niega a la idea de coger como broche de oro? ¿Quién no ha sucumbido a las fuerzas ultraterrenas del encontronazo de despedida siempre a la salud de los buenos tiempos? Aunque con la lamentable consecuencia de continuar con algo irreparable que nos tendrá girando hasta marearnos. Siempre he dicho que aceptar es de adultos y asumir de valientes. Somos adultos, pero ¿somos valientes?

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